viernes, junio 16, 2006

Que hemos perdido el sentido sobrenatural, así de simple.

Extracto de una entrevista al Banquero Rafael Termes:
Le oí decir una vez que, en último término, cada persona desempeña un papel en una comedia, que es la vida, y que al bajar del escenario el que hace de rey no es más que el que interpreta el papel del mayordomo. ¿Podría explicarnos por qué cualquier trabajo puede tener una trascendencia inmensa, independientemente de su glamour externo?
R. Es cierto que, alguna vez, he recurrido a esta imagen del teatro. En una obra, el papel principal puede ser el del mendigo y, en otra, puede ser el del rey. Lo que importa no es el papel que uno desempeña sino la manera cómo lo desempeña. Esto es decisivo en orden a las motivaciones. Lo que nos debe guiar no es el relumbrón externo, sino la eficiencia en el desempeño del cometido que nos ha correspondido. Y desde luego, la intención con que lo realizamos. Es evidente que un mismo trabajo se enaltece o envilece según sea la motivación del sujeto.


La anécdota de los tres canteros trabajando en la construcción de una catedral lo aclara. Cuando un transeúnte les pregunta, sucesivamente, qué están haciendo, el primero contesta: ya usted ve; picando piedra. El segundo dice que está ganando el pan de sus hijos El tercero, con noble orgullo, responde que está haciendo la catedral. Tratándose intrínsecamente de lo mismo, la motivación ha ennoblecido gradualmente la acción. Si a la motivación humana añadimos, como decíamos antes, la motivación sobrenatural, es evidente que lo que en apariencia es más intrascendente, puede tener un inmenso valor para uno mismo y para los demás. Se trata en suma de la cultura del ser frente a la del tener. Si yo no me porto correctamente conmigo mismo y con los demás, tal vez tendré más, pero seré menos persona, valdré menos y, en la medida que haya inducido a otros a obrar mal, habré contribuido al deterioro moral de los demás. En cambio, si yo me comporto éticamente, siempre y con todos, valdré tanto más cuanto más ético sea mi comportamiento. Y seré feliz, aunque a consecuencia de mi comportamiento moralmente correcto mi vida sea un infortunio.

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