Es tal la abundancia de acontecimientos a lo largo de los últimos días que ha pasado desapercibida para una parte sustancial de la opinión pública la rotura de la tercera de las patas que sustentaba el mercado. Así, a la constatación de la debilidad en las finanzas públicas de una buena parte de las economías desarrolladas y las dudas que, sobre el futuro del sistema bancario, acarrea la investigación criminal que se ha abierto en Estados Unidos contra Goldman Sachs, se une el descalabro reciente de la bolsa china sobre cuyo colapso han advertido por activa y por pasiva numerosos autores en los últimos meses.
El Shangai Composite se dejó ayer más de un 4% lo que eleva la pérdida total en el ejercicio 2010 al 16,40%, ex dividendos, y sitúa su cotización muy próxima al nivel de soporte estructural de 2.650-2.675 enteros. Su comportamiento no resulta indiferente para muchos inversores que lo utilizan como una suerte de indicador adelantado de lo que ha de suceder en las bolsas estadounidenses, con base en este gráfico. Dentro del índice, son las financieras, que ponderan un 31,5% del total, las que están liderando las caídas junto con las compañías inmobiliarias, cuya presencia es mucho más testimonial.
No hay una única razón que justifique la caída. Quizá se esté cumpliendo una vez más la Teoría de la Avalancha, acumulación de excesos que se desploman bajo el peso del último copo de nieve. Así, respecto a la burbuja inmobiliaria que ha dado lugar a situaciones kafkianas como ésta que les enlazo, en los estos días hemos conocido cómo las autoridades han preferido dejar desierta la última subasta de suelo público al haber superado los teóricos inversores el techo máximo fijado para las parcelas objeto de la puja. Su respuesta adicional no se hizo esperar y de modo simultáneo se produjo un aumento del coeficiente de reserva de la banca a fin de controlar el crédito en circulación, por una parte; la prohibición a los particulares de tener más de una vivienda en propiedad con objeto de controlar la demanda, por otra;, y, finalmente, la imposibilidad de que los promotores pudieran destinar los fondos obtenidos con las preventas de casas a nuevos proyectos. A grandes males, grandes remedios con efecto inmediato en el mercado: paralización total del volumen de transacciones hasta el punto de que el miércoles se conocía como uno de los principales actores de aquel mercado decidía rebajar el precio de sus 40 proyectos en venta a lo largo y ancho del país un 15%. ¿Punto y final? Veremos.
Pero junto con esta medida que va dirigida a atajar el problema más evidente del gigante asiático, comienzan a aflorar las dudas sobre la solidez de su economía. Prueba de ello sería el reciente rumor según el cual el gobierno aprobaría en agosto un plan de gasto público por una cuantía cercana a los 600.000 millones de dólares, importe similar al del primero que implantara en su día y cuya ejecución está a punto de concluir. Así mismo, el análisis del último dato de actividad industrial pondría de manifiesto una ralentización desestacionalizada de la misma, que se vendría produciendo desde el pasado mes de diciembre, así como un repunte sustancial de la inflación en las fases intermedias de la cadena productiva. Un fenómeno éste, el de los precios, que podría derivar en una merma sustancial de su competitividad, una revaluación forzada de su divisa, como exigen gran parte de sus socios comerciales, con objeto de abaratar las importaciones y una subida abrupta de los tipos de interés que ya parece descontada por unos inversores que ven poco atractivo en la deuda china a corto plazo, hasta el punto de dejar parcialmente desiertas colocaciones de la misma a corto plazo. Un control que se podría ver abortado por la constante entrada de fondos extranjeros en el país y siempre que, como consecuencia del estallido de la crisis, la tendencia no se revierta.
La materialización simultánea de todos estos factores tendría un impacto brutal sobre el ya de por sí frágil sistema bancario chino cuyas principales entidades financieras, ahora que está tan de moda la cuestión del rating, disfrutan de una calificación de D, varios grados por debajo de la solvencia mínimamente aceptable. Su exposición a proyectos fabriles en sectores con excesiva capacidad y al crédito de los particulares, especialmente al hipotecario, les convierten en extraordinariamente vulnerables ante cualquier cambio de tendencia pese al apoyo estatal. No pierdan, por tanto, de vista los acontecimientos bursátiles de China, por las implicaciones tan sustanciales que, sobre el futuro de la nación y de la economía mundial, tienen. Un factor de riesgo más a añadir al que se deriva del desvanecimiento tanto del sueño europeo como de la sensación de impunidad de la omnipotente banca de inversión, personificada en Goldman Sachs. No me da la vida para más. Buen fin de semana a todos.
jueves, mayo 06, 2010
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